5 ATERRADORAS HISTORIAS DE CAMIONEROS
Hola querido lector, para esta ocasión te comparto 5 aterradoras historias de camioneros que se han recopilado de Inframundo relatos de terror.
Es un placer saludarlos nuevamente espero se encuentran muy bien del otro lado de la pantalla.
Esto es Historias de terror cortas, sin más comenzamos.
Historia 1.-La dama del panteón: Historia basada en una anécdota real.
Estaba feliz porque iba a Monterrey después de varios días de ausencia en mi tierra.
Me asignaron una carga destinada a una zona industrial de Sua Sua.
Salí muy temprano por la mañana, el alma de camionero tomó posesión de mí dándome esas energías divinas.
Me alegré de visitar la tumba de mi padre en el cementerio de Santa Rosa, pero el tiempo se había agotado en la carga.
Pensaba en ir al cementerio
Todavía pensaba en ir al cementerio a ver a mi padre.
Llegó la oscuridad de la noche, tomé mi remolque y me dirigí directamente a López Mateos para tomar un atajo hacia Santa Rosa.
En ese momento escuché un susurro en mi oído, sin embargo la ansiedad de visitar la tumba me hizo ignorar todo lo que me rodeaba.
Finalmente llegué al cementerio, era muy tarde y estaba solo.
A mi alrededor se oía el maullido de algunos gatos y el piar de algún que otro grillo.
Por casualidad la puerta del cementerio estaba abierta, aproveché y entré enseguida, caminé rápidamente y fui a postrarme ante la tumba de mi santo padre.
Me quedé de rodillas durante unos 15 minutos, luego subí a mi remolque aparcado fuera.
Mientras salía del cementerio oí el crujido de las hojas secas.
Era una fuerza extraña como la energía que me obligaba a girar mi cuerpo y mirar hacia atrás, pero no lo hice.
Me agarré las manos y caminé hacia mi camión.
Fui a buscar mi camión.
Al subir después de arrancar el remolque, oí un ligero suspiro en la cabina, arranqué el remolque y al cambiar de marcha otro suspiro aún más fuerte penetró en mis oídos.
Miré por el espejo retrovisor y vi claramente que en mi cabina había una mujer pálida, de ojos grandes, amarilla, de pelo negro y con una bata blanca.
Tragué saliva, la sangre se me subió a los talones porque parecía una marioneta.
No podía moverme, aceleré mirando al frente y cuando volví a ver el espejo no había nadie.
Giré la cabeza y ya no había ninguna mujer en la cabina.
Tal vez yo mismo hice que este fantasma o entidad me siguiera del panteón.
Lo único que pensé fue darle la luz verde y que esta presencia sólo me dio su suerte para seguir mi camino de remolque.
Historia numero 2.- El copiloto fantasma: Historia basada en hechos reales.
Fue un gran comienzo de semana y especialmente para mí que soy un aventurero.
Todo iba normal y fui a cargar al centro de Monterrey donde fabrican vidrio, como eran muy especiales con la caja donde tenía que cargar el vidrio limpié la caja y me fui.
Bajé por Sendero hasta Barragán, luego por Guerrero hasta cruzar Ruiz Cortines y llegar a esa fábrica de vidrio que está al lado de unas vías donde tuve que llegar y aparcar para registrarme.
Eran las 2:30 de la mañana, todo estaba perfecto excepto que tenía mucho sueño y aún tenía que cargar.
Por un momento me quedé dormido escuchando música y pensando que me iban a hablar de la carga.
Quizás era el momento de dormirme cuando de repente un fuerte viento empezó a mover el remolque.
Había un viento muy frío, cerré una ventana por la que entraba el aire, estaba oscuro y estaba allí esperando a que me llamaran para la cargara.
Estaba dispuesto a seguir durmiendo cuando de repente oí un fuerte silbido que pensé que era el guardia que me hablaba.
Inmediatamente me paré a mirar y no había absolutamente nadie afuera.
Pensé que era un colega
Pensé que era un colega que ya estaba esperando su turno con otros 15.
Volví a acostarme y volví a escuchar ese silbido más fuerte, me enfadé bastante, salí rápidamente y miré por todas partes sin ver nada.
Volví a mi remolque, era el cambio de turno de la empresa todavía y desde muy temprano pero no venía nadie, cerré los ojos y de repente me despertó un ruido terrible, era como un rasguño que se escuchaba en mi cabina.
Me quedé quieto durante unos minutos y ellos continuaron.
Entonces se oyeron unos pasos terribles, pensé que era un ladrón, subí a la cabina por fuera y no había nada.
Desde lo alto de mi remolque había mucho silencio, en ese momento una risa sonó en mi oído pero estaba completamente solo.
Entré en mi camarote y por supuesto no había nadie que pudiera estar allí, me pregunté cuando de repente un escalofrío recorrió mi cuerpo y aquella risa seguía sonando en mis oídos.
Agité el cuello de lado a lado para ver quién era y nada.
Fueron tres minutos en los que esas risas quisieron volverme loca, me puse a rezar como me enseñó mi abuela, me bajé de la cabina y cogí el volante.
Sentí un viento helado, se apoderó de mí como si alguien soplara desde el lado del pasajero.
No me equivoqué giré lentamente la cabeza hacia el lado del pasajero y había un hombre que me miraba con una gran sonrisa en la cara.
Cuando intenté tocarlo, vi al hombre desvanecerse en el aire, lo último que recuerdo mientras me desmayaba.
Al pasar el tiempo se acercó un guardia y me despertó porque me tocaba cobrar.
Es una de las experiencias más aterradoras que he tenido como conductor de trailer.
Espero que disfruten de mi historia.
Historia numero 3.- El señor: Historia basada en una anécdota real.
Hace algún tiempo viajaba por la carretera que conduce a Encarnación de Guadalajara-Monterrey a la altura de San Juan de los Lagos para tomar el libramiento de Aguascalientes y tomar la vía de Zacatecas.
Cuando de repente oí risas detrás de mi cabina, no presté mucha atención, ya que eran las once de la noche de un viernes, porque en esos pequeños pueblos hay movimiento y tráfico constantes.
Estaba viajando con la ventanilla abajo para ver mi entorno, cuando tomé una rotonda para tomar la carretera abierta, un anciano con un bastón se cruzó en mi camino.
No podía saber de qué lado venía, así que mi reacción fue brusca al frenar de golpe y seguir adelante sin darme cuenta de que había una camioneta con remolque detrás de mí.
Traía dos caballos que eran negros
Traía dos caballos que eran negros y su pelaje brillaba en la oscuridad porque los vi cuando nos dimos la vuelta.
Todo iba bien durante un rato, estaba cruzando la medianoche y el cielo ofrecía una bonita vista con un resplandor de estrellas.
Cuando de repente vi a un hombre caminando por el lado de la carretera y yo estaba comprobando la distancia con el vehículo de atrás.
Puse los intermitentes por precaución para girar a la izquierda y no atropellar a aquel hombre en la carretera, que iba muy despacio, como si caminara con los pies.
Cuando giré a la izquierda en mi espejo retrovisor derecho lo perdí de vista aunque la luz del hombre que estaba detrás de mí brillaba con fuerza.
Mi sorpresa
Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi a mi lado al mismo hombre que por un momento no pude distinguir cuando me hice a un lado.
Vino corriendo a una velocidad de noventa kilómetros por hora, eso era lo que marcaba el velocímetro de mi Kent Wood.
No podía creerlo y casi me desmayo de la impresión cuando vi que era el mismo hombre que me había adelantado en la rotonda de entrada a Encarnación.
Durante unos 300 metros siguió corriendo al lado de mi remolque, lo pude ver muy bien a través de la luz de ese camión que me había estado siguiendo desde que entré a la carretera de Aguascalientes.
Me asusté porque no sabía realmente lo que estaba pasando ya que estaba descansado ya que había dormido toda la mañana mientras me descargaban, aun así seguí mi camino con firmeza en mi caballo de acero.
Por un momento como si se estuviera cansando aquel hombre se fue alejando poco a poco hasta que vi como se había metido en el monte.
Impresionado, a unos tres kilómetros de la carretera me detuve y el camión con los caballos también se detuvo detrás de la caja de mi remolque.
Me bajé al mismo tiempo que lo hizo el tipo del camión, por un momento pensé que él también había visto lo que me había pasado porque se acercaba a mí y con su luz pude ver perfectamente al hombre que corría a mi lado.
¿A dónde vas?
¿A dónde vas? me preguntó el hombre de la camioneta a lo que le respondí que sólo a Monterrey sin más explicaciones y revisando las llantas del remolque.
Mientras revisaba sus caballos me acerqué a él diciéndole que qué caballos tan chulos, porque me gustan mucho y por eso estaba montando uno de acero.
El señor solo sonrió y entre sonrisas dijo que parecía que mis caballos venían a olfatear el remolque como si fuera un caballo, porque tenían un alboroto como si quisieran salir del remolque.
Se calmaron porque vi como ese perro negro que supongo que también viste se acercó a un lado para no pegarle, llegó a ladrar a los caballos pero solo por un momento.
Lo que me sorprendió aún más fue saber que el hombre lo veía como si fuera un perro negro, así que sin decir nada seguí mi camino recordando la sonrisa de aquel hombre y a aquel hombre corriendo junto a mi remolque a esa velocidad.
Nunca vi su cara y nunca sabré realmente qué era lo que tenía ese hombre que también era un perro.
Era un perro al mismo tiempo.
Sólo los que lo hemos vivido sabemos el subidón de adrenalina que se siente y el sudor que te recorre la frente cuando no sabes muy bien qué hacer en esos momentos.
Todo para recorrer esos caminos oscuros que nunca sabemos qué sorpresa nos espera.
Aquí puedes escuchar los relatos:
Historia numero 4.- La niña de blanco: Historia basada en hechos reales.
Recuerdo la vez que salí de Saltillo, iba rumbo a Monterrey para reportarme a la carga y luego dirigirme a Laredo con los demás caballos que disfrutaban de sus andanzas y relinchaban con emoción por ir siempre a esos lugares lejanos.
Me había dado cuenta de que los sucesos paranormales siempre ocurrían en esas carreteras, pero aun así, aquí voy montando mi caballo de acero.
Sin embargo, tenía un presentimiento, algo me molestaba que hasta mi estómago estaba molesto, un extraño cosquilleo en el pecho.
Llegué a la línea
Llegué a la línea, desenganché mi caja y seleccioné la que me llevaría en el viaje.
Mientras amarraba la carga a mi caballo de acero empecé a sudar frío, volvieron esas punzadas en el pecho.
Me subí al remolque y al encender las luces veo frente a mí a una pequeña vestida con encaje y zapatos tipo escolar, medias blancas, dos chongos en el pelo, que sin quitarme la vista de encima se acercó a mi remolque poniendo una sonrisa en su rostro y siguió caminando.
La seguí con el espejo retrovisor, la vislumbré yendo a la parte trasera del remolque y pensé en qué quería esa chica y de dónde era porque no había nadie en la fila.
Cuando arranqué mi camioneta, avancé lentamente y de repente un olor a podrido se apoderó del lugar.
Inmediatamente volví a arrancar, miré por el espejo retrovisor buscando a esa chica y no había absolutamente nadie.
Recordé que los otros camioneros decían que había aparecido una niña, un alma en pena que vagaba por esa línea y si era cierto, me toco presenciar ese evento paranormal.
Historia numero 5.- Laberinto de acero: Historia basada en una anécdota real.
Hace un tiempo me mandaron a cargar en una gran empresa ubicada en la avenida Los Ángeles y Guerrero en San Nicolás.
Era la primera vez que cargaba allí, sin saber cómo era la maniobra para entrar y asegurar mi carga.
Eran rollos de acero, estaba muy nervioso porque para entrar comprueban que el remolque esté en perfecto estado, así como que el conductor respete sus soportes de seguridad.
Esa noche estaba tranquila, me sentía nerviosa porque no cualquiera cargaba en ese lugar debido a sus estrictas políticas.
Eran las 11:30 de la noche cuando por fin me tocó entrar.
Me dieron un lugar lejano donde apenas se veían dos cabinas y alrededor un montón de rollos que impedían ver nada.
No sabía de qué rollos era responsable, pensaba que alguien estaba dando instrucciones.
Bajé para ver si podía ver a alguien, pero sólo estaba rodeado de gigantescas bobinas de acero.
Salió un hombre
Pronto salió un hombre entre ellos, de unos 55 años, que venía directamente hacia mí.
Cuando estaba frente a él le pregunté, ¿sabes qué rollos tengo que llevar? Va a entrar en la cabina donde verá a sus compañeros, por cierto, podría darme la hora, claro señor, son las 13:45.
Tengan cuidado porque a la hora de cargar los rollos no se van a mover cuando estén en el remolque, gracias señor le contesté al que empezó a caminar y dijo me voy mi familia me está esperando, la noche se ha hecho eterna.
No te preocupes, la noche pasará rápidamente.
De repente, en la distancia, sólo levantó la mano con un adiós y luego se perdió en la oscuridad de las enormes bobinas de acero.
Me moví del sitio buscando a mis compañeros, y luego vi a una mujer que vino con una carretilla elevadora para guiarme al muelle de carga.
¿Cómo había llegado hasta allí?
Cuando ya estaba aparcado me preguntó por qué estaba en esa zona restringida, ¿Cómo había llegado hasta allí?
Le contesté que un guardia del taxi me había guiado hasta ese punto y que gracias al hombre que estaba allí me había dicho cómo volver.
La señora se tapó la boca con ambas manos en un gesto de sorpresa.
Mire, señor trailero, en esta cabina me he cruzado con sus compañeros en el punto de carga y no hay nadie más en este lugar, de hecho a estas horas sólo estamos usted y yo, ya que todos los demás remolques han terminado, sólo falta usted, que lleva horas perdido.
Te diré una cosa, se dice que los que van a ese lugar donde hay muchos rollos se pierden en el tiempo y también hay personas o fantasmas que deambulan por ese lugar.
Esto quedará entre nosotros, porque si la empresa se entera, me despedirá por dejarte vagar perdido y no te dejarán entrar nunca más.
Cuando la mujer dijo estas palabras me quedé de piedra, fue cuando dije que eran las 11:30 cuando entré, cómo era posible que en pocos minutos y sin darme cuenta mi reloj marcaba la 1:45 cuando exactamente ese hombre me preguntó qué hora era.
En ese momento la señora me dijo: «Señor, son las 6:00». No supe qué responder, sólo miré mi reloj y efectivamente era la hora indicada.
Me quedé en shock durante unos segundos porque era imposible que hubieran pasado tantas horas en pocos minutos, es algo que a día de hoy sigo sin saber qué pasó aquella noche.
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