Jonestown. El mayor suicidio colectivo de la historia moderna

El 18 de noviembre de 1978, en las selvas de Guyana, 909 seguidores de una secta religiosa con connotaciones políticas murieron en un suicidio-asesinato masivo, al ingerir una bebida de frutas que contenía cianuro, cumpliendo una orden del predicador Jim Jones. Entre ellos había 219 niños
Hace 40 años, el 18 de noviembre de 1978, en Jonestown, en las selvas de Guyana, 909 seguidores de una secta religiosa con connotaciones políticas murieron en un suicidio-asesinato masivo, al ingerir una bebida de frutas que contenía cianuro, cumpliendo una orden del predicador Jim Jones. Entre ellos había 219 niños, así como hombres, mujeres y ancianos, todos seguidores del «Templo del Pueblo», un movimiento laico voluntario vinculado a la iglesia de los Discípulos de Cristo e inspirado en la política socialista, fundado por Jones. En la propia Jonestown, la secta había iniciado un proyecto para establecer una comunidad agrícola.
Para comprender lo que ocurrió aquel día infernal, debemos remontarnos a los orígenes del movimiento, pero primero a los de su fundador.
Quién era Jim Jones
James Warren Jones nació el 13 de mayo de 1931 en la pequeña localidad de Crete, Indiana. Sus padres, un veterano inválido de la Primera Guerra Mundial y un obrero muy activo en el sindicato, no eran creyentes, pero el joven Jim Jones -como se llamaba- se hizo miembro de la comunidad pentecostal muy pronto, atraído por formas de culto muy «físicas», entusiastas y concretas.
A los 16 años ya predicaba el evangelio de la igualdad ante Dios en las calles de los suburbios negros de Richmond, adonde él y su madre se habían trasladado tras la separación de sus padres. Jim Jones era blanco y la segregación racial en la ciudad era muy fuerte: se calcula que aproximadamente la mitad de la población masculina adulta había pertenecido al Ku Klux Klan durante algún tiempo. Estudió Pedagogía en la Universidad de Indiana, y a los 21 años comenzó a ejercer de pastor en la Iglesia Metodista Somerset de Indianápolis.
La integración fue el centro de sus sermones, pero sus primeros gestos concretos tuvieron poco éxito, ya que varias familias abandonaron la iglesia cuando los primeros negros entraron por la puerta. En 1954 Jones fundó su iglesia llamándola «Alas de Liberación» e iba casa por casa invitando a la población negra a asistir a los servicios, con mucho éxito especialmente entre las mujeres. En aquella época había unos 70 miembros, en su mayoría marginados, miembros de minorías étnicas y mujeres solteras, a los que se invitaba a convivir para practicar un culto que mezclaba las enseñanzas de Cristo y el comunismo doctrinario estalinista. Dos años más tarde compró un edificio más grande para dar cabida a un número creciente de seguidores, la Peoples Temples Full Gospel Church. A principios de los años sesenta, unas 2.000 personas asistían a sus servicios.
Sus luchas y el éxito de su congregación le hicieron tan conocido en Indianápolis que, en 1961, el alcalde Charles Boswell nombró a Jones director de la Comisión de Derechos Humanos. Poco a poco, el tono de sus funciones empezó a tornarse sombrío y visionario, y Jones predijo que Indianápolis sería aniquilada por un ataque atómico. Él mismo decidió trasladarse con su familia a Brasil, a Belo Horizonte, precisamente para esconderse de la amenaza nuclear, donde permaneció dos años, con grandes problemas laborales y económicos, mientras en Estados Unidos el número de creyentes disminuía por la lejanía del carismático líder.
De vuelta a casa, Jim Jones, seguido de 150 seguidores, abandonó Indianápolis y se trasladó a Ukiah, California, entre los viñedos del valle de Redwood. Al principio predicaba en parques, en lugares públicos, pero pronto los miembros de la comunidad construyeron ellos mismos la nueva iglesia, un sencillo edificio de madera roja. El pensamiento religioso de Jones experimentó cambios radicales -la «Biblia mata»- y escribió un folleto en el que se identificaba como el Mesías del cristianismo, presentándose como el hombre de los milagros, capaz de premoniciones, curaciones y resucitar a los muertos.
Jones empezó a consumir drogas en abundancia, en particular anfetaminas, para apoyar su continua actividad en favor de la comunidad y sus proclamas de que no necesitaba dormir. Del mismo modo, Jones y su círculo íntimo utilizaban drogas y medicamentos para «castigar» en el momento oportuno a quienes se mostraban poco convencidos de las habilidades sobrenaturales del líder, por ejemplo, envenenando la comida en una fiesta.
Partidarios y enemigos
Sin embargo, la comunidad Jones ganó adeptos y amigos en pocos años. Pronto se extendió por toda California y algunas ciudades estadounidenses. El Templo del Pueblo compró trece autobuses usados e inició una gira por Estados Unidos, de Los Ángeles a Nueva York pasando por Chicago, Detroit y Cleveland, que se anunciaba en los periódicos locales con eslóganes como «el mayor sanador, a través de Cristo, en el mundo actual». Las reuniones dirigidas por Jones terminaban con una invitación a trasladarse a la comunidad de California, los «magníficos campos del Edén».
Para aumentar aún más su influencia, Jim Jones aprovechó el apoyo electoral dado al Partido Demócrata para la elección en 1976 de George Richard Moscone, político de origen italiano conocido por sus batallas en favor de los pobres y las minorías étnicas, como alcalde de San Francisco. El reverendo Jones se convirtió así en «comisario de vivienda» de la ciudad californiana, una especie de concejal, pero su movimiento quedó pronto desacreditado por acusaciones de promiscuidad sexual y actividades políticas secretas. Así que él y sus seguidores se trasladaron a las selvas de Guyana, gracias a una concesión obtenida en 1974 del gobierno local, en un territorio fronterizo con Venezuela, para establecer un «proyecto agrícola», fundando una nueva ciudad: Jonestown.
La ciudad de Jonestown
En los planes de Jones, esa comunidad debía convertirse en un paraíso terrenal basado en el utopismo socialista, en el que la fraternidad y la tolerancia prevalecerían sobre el materialismo y el racismo imperantes en Estados Unidos, que él detestaba. Sus miembros fueron adoctrinados con el lenguaje milenarista, una creencia apocalíptica cristiana, ya presente en el judaísmo, con la convicción de que debía producirse una «nueva» alianza entre Dios y la humanidad, que conduciría a una verdadera renovación de este mundo. Tras años de sermones, su congregación estaba firmemente convencida de que la Biblia, más concretamente el Antiguo Testamento, había sido escrita por blancos para justificar la esclavitud y la opresión de los negros, por lo que era un libro racista, sexista, imperialista y antiprogresista. Jones la consideraba responsable de la incompleta realización de la felicidad humana y un obstáculo para el desarrollo del cristianismo y el socialismo.
Poco ortodoxos eran los métodos aplicados allí por el reverendo, que recurría a técnicas de lavado de cerebro dignas de regímenes autoritarios. A los que abandonaban Jonestown se les llamaba desertores y Jones había confiado a sus seguidores más leales la tarea de frustrar la deserción, operando en la comunidad como una especie de fuerza policial informal. Las familias de algunos miembros creían que sus parientes estaban retenidos en aquel lugar perdido en medio de la selva contra su voluntad y, tras una serie de presiones y denuncias, el Congreso estadounidense abrió una investigación.
La masacre del 17 de noviembre
El 17 de noviembre de 1978, una delegación se desplazó a Jonestown y al frente de la misión al Templo del Pueblo estaba el congresista Leo Ryan, acompañado por familiares de miembros del movimiento y periodistas. Un viaje que terminó en un baño de sangre: en la pista de aterrizaje de la cercana Port Kaituma, cuando el grupo se marchaba, el servicio de la secta abrió fuego contra la delegación, matando a cinco de sus miembros, entre ellos el diputado Ryan. Inmediatamente después del atentado, el reverendo Jim Jones convocó una asamblea general de sus seguidores en la que pidió a los miembros del movimiento que llevaran a cabo un «suicidio masivo por la gloria del socialismo».
De aquella trágica petición, que en pocas horas provocó la muerte de más de 900 personas, quedan vestigios en una grabación de audio de la dramática última asamblea de los seguidores del Templo del Pueblo y en los relatos de los pocos supervivientes que, afortunadamente para ellos, no se encontraban en Jonestown en aquel momento. La mayoría de los seguidores se suicidaron ingiriendo una bebida aromatizada con Flavor-Aid con sabor a uva, similar al Kool-Aid, un preparado en polvo para bebidas de frutas de una exitosa marca estadounidense. Los que no cumplieron la orden fueron asesinados a tiros, mientras que los últimos supervivientes, entre ellos el propio Jim Jones y su esposa, se suicidaron con un disparo de revólver.
La última asamblea de los seguidores
Los pocos supervivientes describieron posteriormente Jonestown como una mezcla de prisión, bucólica isla de felicidad y lugar de integración racial. El reverendo había conseguido que la gente participara en una vida plenamente comunitaria y apenas sentían deseos de marcharse. Y los que pensaban marcharse, los desertores, esperaban la represión de la policía informal del Templo del Pueblo. Los diversos testimonios de quienes sobrevivieron al infierno de Jonestown revelaron posteriormente que tal vez fuera un nivel verdaderamente extremo de fanatismo lo que explicaba la adhesión masiva de la comunidad al suicidio colectivo.
El carismático y muy querido predicador Jim Jones había sido tan convincente en esos 23 años de existencia de su movimiento que ya desde varios meses antes de aquel terrible 18 de noviembre de 1978 circulaba entre los seguidores la idea del suicidio colectivo. Después de todo, en las pistas de audio de la última asamblea del Templo del Pueblo, incluso antes de que hablara su fundador, algunos seguidores propusieron hacer ese gesto extremo. Dramáticos testimonios hablaban de madres que espontáneamente hacían ingerir a sus hijos la bebida letal.
Ironías del destino: diez días después, el 27 de noviembre de 1978, el alcalde Moscone fue asesinado. Con él perdió también la vida el concejal y activista gay Harvey Milk. Un asunto relatado en la película Milk, de 2008.
Cuarenta años después, ¿qué queda del asesinato-suicidio colectivo de Jonestown? Hasta los atentados contra las Torres Gemelas, fue el acontecimiento en el que murió el mayor número de ciudadanos estadounidenses en tiempos de paz, por causas distintas de las naturales, climáticas o geológicas. Aquel 18 de noviembre de 1978 en Jonestown también apagó la larga estela de los ideales de los años sesenta y parte del radicalismo de los setenta. Pasó a la historia con una frase macabramente irónica: «Drink the Kool-Aid», que significa creer ciegamente en alguien o en algo sin cuestionarlo nunca.
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